Deprimido a morir.
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La depresión es un transtorno transitorio ó permanente del estado de ánimo, que presenta un extenso cuadro de síntomas. Éstos van desde el abatimiento y la inhibición, hasta la depresión endógena con apatía total.
Entre los detonantes más comunes se encuentran el estrés, la pérdida de un ser querido y el consumo de determinadas sustancias.
Entre los síntomas tenemos: la total paralización de la actividad, la melacolía y síntomas físicos como cansancio, transtorno de sueño, inapetencia, estreñimiento, dolor de cabeza, taquicardia, dolor de espalda, transtornos menstruales (en mujeres) y baja en el tono corporal.
Según Dethlefsen y Dahlke, el depresivo generalmente experimenta culpa, haciéndose reproches contínuos esperando el perdón de los demás.
A continuación tres razones que por lo general conllevan a una depresión:
Agresividad - Partiendo de la premisa que la agresividad no conducida al exterior se acumula en el interior y se manifiesta corporalmente, convirtiendo al emisor en receptor. Así, en el campo mental esta agresividad se instala como depresión. Parte del tratamiento consiste en incentivar a la persona hacia algún tipo de actividad, aunque muchas veces la sugerencia es experimentada como amenaza por el depresivo. Los impulsos agresivo-destructivos encuentran su expresión más clara en el suicidio, por lo que en personas con este deseo debemos preguntar a quién se dirige en realidad la intención.
Responsabilidad - La depresión es la segunda forma más extrema de rehuir la responsabilidad, puesto que el depresivo se niega a actuar. Sin embargo, a través de los sentimientos de culpa, se ve obligado a afrontar esta responsabilidad. El miedo se incrementa especialmente cuando el depresivo se enfrenta a un cambio en la vida, por ejemplo, la depresión postparto.
Muerte (renuncia, soledad, vejez, muerte) - El depresivo debe lidiar con la muerte a diario, puesto que en lugar de escoger lo vivo, como el movimiento, el cambio, las relaciones sociales, la comunicación, escoge el polo opuesto, la apatía, inamovilidad, soledad y pensamientos recurrentes sobre la muerte, con lo que se ve obligado a lidiar con su sombra a diario.
El conflicto radica en que el temor no solo es a la muerte, sino también a la vida, puesto que la vida activa conlleva culpabilidad y responsabilidad, ambas cosas que el depresivo desea evitar. Aceptar la responsabilidad lo lleva a aceptar la propia soledad, por lo que suele tener personas a quienes aferrarse. Al perderlas, ya sea por muerte o por separación, desencadena una depresión aguda: El temor a la muerte evita que reconozca las condiciones y oportunidades que le presenta la vida. La depresión saca a la luz su incapacidad de vivir y de morir.